No hay duda alguna de la magnitud de la catástrofe que se está viviendo en Haití, país que ya era el país de más pobre de todo el hemisferio norte (ocupa el puesto 149 en la clasificación de países según el Índice de Desarrollo Humano publicado en 2009) , que vivía sumido en constantes conflictos entre su población, con un sistema democrático muy frágil, y castigado por diversas catástrofes naturales. Tampoco pasa desapercibido lo que esta tragedia está generando en clave de solidaridad, desde todos los rincones del planeta, incluso desde aquellos que son receptores de ayuda humanitaria.
Sin embargo los interrogantes que podrían abrirse son muchos. El mayor de ellos ¿Porqué sólo nos movilizamos cuando es demasiado tarde y la amnesia nos invade cuando dejan de aparecer niños sangrando en televisión?
Esa nuestra lucha diaria, por un lado la visibilización de la pobreza "rutinaria", de las personas, países , minorías y mayorías, que sufren ante una sociedad occidental opulenta que les ignora, que incrementa su empobrecimiento a través de sus prácticas de consumo, y que sólo tiene hueco para su atención cuando cientos de miles se desangran, se ahogan o mueren de hambrunas brutales; y por otro la llamada de atención a quienes ofrecen su ayuda o disponen sus posibles para la intervención pidiendo o pidiéndonos una muestra de responsabilidad absoluta, para que el trabajo se desarrolle conforme a los principios que la Cooperación Internacional al Desarrollo y la Ayuda Humanitaria marcan, en base a la Legalidad Internacional, los valores y principios que se marcan en los Tratados Internacionales y códigos deontológicos, huyendo lo máximo posible del concepto temporal que conllevaba “la Beneficiencia”, y el peligro de, lo que conocemos en “Román Paladino”, como “pan para Hoy y Hambre para Mañana”.
Ahora mismo, sin datos oficiales fiables, y sin poder hacer ninguna estimación real, cuando ya ha pasado más de una semana del terremoto, nos encontramos con que las personas fallecidas pueden alcanzar las 200.00 y las afectadas los 3.000.000, las personas desplazadas dentro de el país son cientos de miles y sus necesidades básicas siguen sin estar cubiertas. El plazo de reconstrucción de la Capital del País que se ha visto reducida a Escombros en su gran mayoría puede tardar años y/o décadas, y las heridas externas e internas de la población haitiana no se borrarán nunca.
Desde el mismo momento del suceso se activaron todas las alarmas de agencias y organismos institucionales y, por supuesto de las ONGD.
Desde MPDL Extremadura, ONGD donde trabajo, como miembro de la Federación Internacional Pacifista, estamos trabajando preparando un proyecto de Emergencia para Intervenir allí, igual que se hizo cuando la catástrofe del Huracán Mitch o del Tsunami en Sri Lanka.
No es sencillo responder ante una situación tan compleja; son muchos los factores que hay que tener en cuenta, hay que trabajar de forma coordinada con los agentes que están ya en el terreno y someterse a quienes han asumido la compleja tarea de coordinación en un lugar donde todas las estructuras gubernamentales han quedado diezmadas.
No es fácil la tarea que la FIP y el MPDL Extremadura tiene por delante, pero la experiencia adquirida con el tiempo, la suma de organizaciones que siempre es más favorable que la individualidad, y sobre todo, la implicación de toda la sociedad, hará que, se pueda paliar aunque sea en una mínima parte, el sufrimiento de un país que, aun sin terremoto, necesitaba del compromiso de toda la Comunidad Internacional.
Y tengamos presente que el compromiso con la sociedad haitiana, debe ser de fondo. Hay que atender lo inmediato haciendo que sea compatible con ocuparnos de lo importante.
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